Duarka nos explica en este primer escrito porque la muerte no existe para el hinduismo, y no sólo por la visión de la naturaleza, de la ciclicidad del tiempo, sino por la concepción del alma, del ser.

 

El hinduismo, a pesar de su enorme diversidad, tiene puntos esenciales comunes con otras religiones, y uno de esos puntos es, precisamente, el tema de la muerte. Intentaré centrarme más en los fundamentos del concepto, por ejemplo, en cómo se concibe la vida, que no en cuestiones más folclóricas (rituales, símbolos, supersticiones…). Para ello me basaré sobre todo en un texto que es muy popular en todas las corrientes del hinduismo y también entre el público en general, incluso el occidental: la Bhagavad Gita. Es tan popular en la India que es muy común escucharlo o recitarlo en las calles, incluso en sánscrito.

Para el hinduismo la muerte no existe. La enseñanza de Krishna a Arjuna[1] empieza con este tema. Arjuna se encuentra a punto de librar una batalla, y por ello, ante la posibilidad clara de matar y/o morir. No le preocupaba tanto su muerte (fue un valiente guerrero) sino mucho más el hecho de matar. Krishna le enseña desde el primer verso como enfrentar la muerte.

Para el alma no existe el nacimiento ni la muerte en ningún momento. Ella no ha llegado a ser, no llega a ser y no llegará a ser (temporal). El alma es innaciente, eterna, permanente y primordial (Bhagavad Gita 2.20).

Para entender la diferencia de visión entre el hinduismo y occidente, tenemos que entender el contexto en el que se desarrolló la cultura hinduista y la mayor parte de las tradiciones orientales.

La historia occidental se desarrolla en un ambiente urbano, principalmente. La herencia grecorromana ha dado mucha importancia a las ciudades, e incluso, en muchos casos se ha concebido el entorno natural como algo peligroso o negativo. En cambio, en Oriente el contacto de las personas, con la naturaleza, siempre ha sido fundamental, y esto ha ayudado a desarrollar una visión de la vida muy diferente. Para las personas de cultura judeocristiana todo tiene un comienzo y un fin. El tiempo es lineal. La Biblia empieza de hecho así “En el principio…”, y actualmente muchas corrientes cristianas, como las corrientes evangélicas norteamericanas (y de ello se hace eco Hollywood) hablan mucho de la visión del final de los tiempos y del apocalipsis.

En cambio, en Oriente en general, y el hinduismo en particular, tal vez por ese contacto con la naturaleza, no se ve el tiempo como algo lineal, con un principio y un final, sino como algo cíclico. Todas las cosas nacen, crecen, mueren y vuelven a nacer. Ello da lugar a otra visión de la vida.

El concepto de reencarnación, samsara, viene de aquí, de esa experiencia de vida y de ese contacto con la naturaleza. Por eso en la intervención de Krishna queda claro que para el alma no existe ni el nacimiento ni la muerte, no hubo un comienzo. El alma siempre ha existido y siempre existirá.

Eso es lo que dice en otro versículo: “Nunca hubo un tiempo en el que yo no existiera, ni tú ni todos los guerreros que están aquí reunidos, y en el futuro ninguno de nosotros, dejará de existir.“

Es por esta razón que en este texto puse el título de “la muerte no existe para el hinduismo». No solamente por la visión de la naturaleza, de la ciclicidad del tiempo, sino por su concepción del alma, del ser. Obviamente hay muerte, el cuerpo muere, pero la cuestión es hasta qué punto uno se identifica con el cuerpo y adopta esa identidad corporal.

Para el hinduismo esa identidad corporal no es la real, sino algo momentáneo, pasajero e ilusorio. Para algunas corrientes es ilusoria porque no existe. Por ejemplo, la corriente advaita vedanta lo expresa así: “todo esto no existe, es una ilusión”. La corriente a la que yo pertenezco no defiende esto, sino que reconoce la existencia y realidad del cuerpo, pero no desde el punto de vista en que uno se pueda confundir tomando esa existencia como algo permanente.  Es decir, no existe desde el punto de vista de la permanencia, desde el punto de vista de la eternidad.

Otro verso de la Baghavad dice que, para aquellos que han visto la verdad, lo inexistente no tiene permanencia “nasato vidyate bhavo”, o sea, na sat, lo que no es eterno, nabhavo, es decir que no existe. No porque no exista en sí, sino porque el tiempo que dura desde el punto de vista de la eternidad es tan ínfimo que es negligible. Y luego dice: “na bhavo vidyate satah”, que lo que existe en realidad nunca deja existir: lo que realmente existe, lo que es el ser, nunca deja de existir. A esta conclusión han llegado, dice Krishna, todos los sabios y videntes de la verdad en base a su experiencia del ser.

De modo algo parecido se expresaba también Parménides, cuando decía que el “ser siempre existe”, el problema es tomar la identidad corporal como el verdadero ser. Ahí está la gran diferencia. Lo que se busca en el hinduismo, en todas sus tradiciones y en todas las escrituras, es redescubrir, porque algo se ha perdido momentáneamente, re-despertar a esa identidad espiritual dormida.

Así empieza la instrucción de Krishna a Arjuna en la Baghavad Gita, acerca del ser, del alma, del atman. Ejemplifica la creencia de la reencarnación en el cambio que sufre el cuerpo al pasar de la niñez a la juventud y luego a la vejez. Aunque el cuerpo ha cambiado completamente, algo permanece constante, y es la identidad de la persona. Incluso uno puede cambiar su nombre, puede cambiar de lugar, uno puede hasta tener un problema de amnesia y olvidar completamente su pasado, pero la persona sigue estando ahí. No se vuelve otra persona, es la misma persona, con otro nombre, con otros recuerdos, pero la identidad, eso es lo que es constante, eso es lo que permanece. La enseñanza del hinduismo, y del Bagavhad Gita en particular, se refiere sobre todo a los diferentes caminos para recuperar esa identidad.

Así como en este cuerpo el alma encarnada pasa continuamente de la niñez a la juventud y luego a la vejez, de la misma manera el alma pasa a otro cuerpo en el momento de la muerte. A la persona sensata no la confunde ese cambio (Bhagavad Gita 2.13).

Krishna hace ver a Arjuna que el ser ya ha cambiado de cuerpo varias veces en su vida, y al llegar al momento de la muerte pasa a otro cuerpo, y la persona que tiene ese conocimiento, que tiene esa experiencia de la verdadera identidad, ese cambio no la confunde. Es una cuestión fundamental, porque a mi modo de ver, la mayor prueba en la vida del ser humano es la muerte.

En la universidad de El Salvador tuve un profesor de teología que decía: “el hombre y la mujer mientras viven se están haciendo, y llegan a su plenitud cuando mueren, allí terminan de hacerse”. Era un profesor de teología cristiana. Toda la vida es ir ganando experiencia y aprendiendo para ese examen final. Es el momento más importante, el momento fundamental.

Para Krishna, a la persona que tiene verdadero conocimiento, ese cambio (la muerte) no la confunde. En el hinduismo hay dos palabras para conocimiento. Una palabra es jñana, que es conocimiento teórico, y vijñana, que quiere decir conocimiento empírico, experiencial, conocimiento que se ha vivido y del que se ha aprendido, no por leer un libro, no por oír, sino por vivir: eso es vijñana,  el verdadero conocimiento.

Así como una persona se pone ropa nueva y desecha la vieja, así mismo el alma acepta nuevos cuerpos materiales, desechando los viejos e inservibles (Bhagavad Gita 2.22).

Y luego da otro ejemplo. Así como nosotros nos cambiamos de ropa y, a veces, hay ropa que ya no podemos usar porque está raída, rota o descolorida, y tenemos que tirarla, también llega un momento que nuestro cuerpo deja de funcionar y no puede seguir desarrollando sus actividades en este mundo. Entonces tenemos que dejarlo, tenemos que descartarlo.

A lo que apuntan todas las corrientes del hinduismo es a un pleno conocimiento de esa realidad, a la experiencia de esa verdadera identidad que nos libera de volver a nacer, abandonando así el ciclo de nacimientos y muertes. Pensemos que en la India la vida es muy difícil, y lo es ahora, pero lo ha sido siempre, por razones geográficas, climáticas…  y, por tanto, el hindú, o el indio en general (sea budista, jaina o sikh) tiene una visión del mundo muy negativa, un lugar para ser abandonado, en el que no hay que quedarse ni permanecer.  En el Baghavad Gita, Krishna lo describe como: “dukhalayam” (un lugar de sufrimiento), y “asasvatam” (un lugar temporal).

No es, por tanto, un lugar para lo que nosotros deseamos, para lo que el ser humano desea, que es la permanencia y la felicidad. Las características del mundo material son contrarias a esto; es un lugar problemático. Solamente por asumir el cuerpo ya asumimos cuatro defectos que son causa de sufrimiento:  janma, el nacimiento, es problemático, especialmente para la madre, y para el recién nacido; mrityu, la muerte, y también la vejez y las enfermedades. Desde el momento que adquirimos un cuerpo estos defectos vienen añadidos.

Por eso para el hindú el objetivo es transcender, abandonar este mundo, no volver a nacer. Pero desgraciadamente el renacimiento está, porqué hasta que uno no llega a “aprobar la asignatura” de la identidad, hasta que uno no pasa el examen de saber cuál es su identidad espiritual, tiene que regresar para seguir aprendiendo.

Entonces cuando decimos que la muerte no existe, estamos hablando desde un punto de vista espiritual, la muerte solo es en relación a esa identidad corporal que es temporal, y por lo tanto no es tomada demasiado en serio. Y eso no se contradice con que la muerte está siempre presente en el mundo, porque es parte de la esencia de la naturaleza que no haya nada que permanezca continuo, nada constante… está es la ley del mundo.

Desde la dimensión material más elevada del mundo material hasta la más baja, todos son lugares de sufrimiento en los que ocurre el reiterado proceso del nacimiento y la muerte.  (Bhagavad Gita 8.16).

Robert Oppenheimer, físico y uno de los creadores de la bomba atómica, al presenciar la primera prueba nuclear dijo que le vinieron a la mente las palabras de la Bhagavad Gita “Ahora, me he convertido en la muerte, destructora de mundos.” En realidad, la visión de Oppenheimer no tenía mucho que ver con el sentido que Krishna le estaba dando a este texto. Primero porque Krishna no se había vuelto la muerte, y segundo porque no estaba hablando de la muerte sino del tiempo. No estaba hablando de un fin brusco y terrible, como Oppenheimer vio en la bomba atómica, es decir, como un elemento de destrucción. Krishna está hablando del tiempo, como una constante que desgasta todo, sin prisa y sin pausa. Una parte de nuestro mundo es tiempo y espacio. El tiempo consume las cosas, por tanto, la muerte es algo que no podemos negar. Podemos aislarnos de cualquier experiencia de muerte como hicieron los personajes del cuento “La máscara de la muerte roja” de Edgar Allan Poe, que ante una epidemia de peste se encerraron todos en el palacio para darse una gran vida, pensando que la peste solo iba a afectar a aquellos que estaban fuera, y que en cambio a ellos no les iba a afectar. Pero en un momento dado, aparece un personaje con una máscara roja, que irrumpe e infunde el temor en todos: la muerte. Uno se puede aislar, pero el paso del tiempo y la muerte son una constante en este mundo, y no los podemos ni rechazar ni obviar.

El cuerpo material de la entidad viviente eterna, indestructible e inconmensurable, tiene un final con toda certeza (Bhagavad Gita 2.18).

Entonces, alguien puede afirmar que esto del alma es una cuestión de creencias, es decir, que podemos creer o no creer en el alma. No podemos probarla, no podemos analizar algo espiritual por medios materiales, porque se trata de dos dimensiones diferentes.  No podemos llevarla a un laboratorio, ponerla bajo un microscopio y llegar a verla, a percibirla… Aunque sea un proceso que implique un poco de fe, podemos inferir que existe.  Por lo que se decía antes, la muerte y la temporalidad son constantes, el cambio de cuerpos es algo constante, pero la identidad no cambia, es lo único que permanece, de ahí es de donde viene la problemática, la discusión entre Heráclito y Parménides.  Heráclito se centraba en la naturaleza material y decía: lo único real es el cambio. A lo que Parménides replicaba: lo único real es la permanencia del ser, lo que es constante.

Entonces, si nos percibimos solamente como materia, si solamente somos este cuerpo y la muerte es una constante en la naturaleza material ¿cuál sería el problema?  Algo parecido le preguntó Krishna a Arjuna: si no crees en el alma, si piensas que los procesos físicos son lo único que existe, entonces ¿cuál es el problema? No hay motivo de lamentación. Las cosas están manifestándose e inmanifestándose continuamente, permanecen durante un tiempo y después desaparecen. Entonces, si nosotros somos solamente materia ¿cuál sería el sentido de tener instinto de supervivencia? ¿De dónde sacamos esta idea de que queremos permanecer? Si la realidad del mundo es la no-permanencia, ¿de dónde le viene al ser humano ese deseo de permanecer? Si no tenemos ninguna experiencia, si nunca hemos visto la eternidad de alguien, ¿por qué preocuparnos por la eternidad o la supervivencia? Esto es debido a que nuestra verdadera identidad, la espiritual, es eterna.

Para el hinduismo, el alma o “atman” (la palabra sánscrita que se traduce como “alma”) tiene su esencia en la sat cid ananda, sat quiere decir eternidad. Entonces, debido a que esa es nuestra esencia, nosotros, más allá de que nos encontremos en las circunstancias actuales que son temporales, seguimos buscando esa eternidad y es solamente esa identificación con lo temporal lo que nos crea problemas, en la medida en que nosotros pensamos “yo no soy alma” o bien “yo soy este cuerpo”, en la medida en que nosotros nos identificamos con una identidad material temporal, tenemos un problema, porque es algo contrario, opuesto a nuestra verdadera naturaleza.

Sabed que aquello que se difunde por todo el cuerpo es indestructible. Nadie puede destruir a esa alma imperecedera (Bhagavad Gita 2.17).

El deseo, la idea de permanecer, de eternidad, de que hay algo que va más allá de la materia cobra vida, cobra conciencia cuando hay en nosotros una chispa espiritual.

Otro aspecto que nos ayuda a entender el alma es ver en este mundo toda la diversidad que hay. Por ejemplo, ante mí veo ahora decenas de rostros distintos, de orígenes distintos, de edades diferentes…  Pero veo también unidad y la veo porque no me fijo solamente en lo externo, sino que trasciendo lo externo, trasciendo el cuerpo.

Por tanto, aunque no podemos probar la existencia del alma, podemos, de diferentes maneras, inferir que hay algo ahí que es lo que permanece, que hay algo ahí que es lo que nos iguala a todos, y que eso no es algo material.

En eso se basa la idea de la reencarnación, el Samsara. En eso y en la teoría del karma que por razón de espacio no puedo extenderme a explicar pero que es algo que ya la mayoría de las personas más o menos conoce. En la segunda parte de este artículo me voy a centrar en cómo afrontar la muerte.

 

Nota: Este texto es parte de una conferencia que impartió el autor en la Fundación Cristianisme i Justícia, y que luego se publicó en el libro titulado: «Morir en manos de Dios».

 

[1]  En eso consiste básicamente el contenido de la Bhagavad Gita: la conversación, el diálogo que tienen Krishna (cuando decimos Krishna nos estamos refiriendo a un nombre de Dios) y su devoto y amigo Arjuna.

Acerca del autor

Licenciado por la Universidad del Salvador - Escuela de estudios Orientales (Buenos Aires) y Experto en Estudios Orientales: Área Hinduismo-Yoga por dicha universidad. Docente del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona (ISCREB), cátedra de Hinduismo, así como del Centro de Eutonía y Iogaterapia, filial argentina del Lonavla Institute (India). Instructor de Yoga. Docente del Instituto Bhaktivedante de España - Centro Bhaktivedanta. Participa en las actividades de dialogo interreligioso de la Unesco y del ayuntamiento de Barcelona.

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