Un nuevo tema de estecanal temático «Niveles de conciencia y Evolución espiritual» que, en esta ocasión, ofrecemos en tres partes para facilitar una lectura sosegada y una mayor reflexión. En esta primera parte se nos presenta el ego como un parásito que forma parte de la historia personal de cada uno e invade los rincones más impensados de nuestra conciencia.


1.       EL PERSONAJE ES UN PARÁSITO DEL SER.

Debes tener presente que adopto términos sinónimos para definir el ego. Para mí, el yo pequeño, el personaje, no son sino expresiones eufemistas para definir el ego humano. Por lo tanto, observarás que utilizo indistintamente cualquiera de las tres expresiones. En cualquier caso, cada una de ellas describe el ego.

Hecha esta aclaración, expongo otro mecanismo importante y muy activo del yo pequeño, que también hemos de tener en cuenta en el proceso de evolución espiritual, como es el hábito del yo pequeño o personaje de valerse y aprovecharse de la energía positiva del SER. Te invito a a observar este mecanismo.

El yo pequeño ha aprendido a aparentar que es el SER. Y lo hace con la excusa del mérito que se atribuye por todo lo que se ha esforzado durante la vida: carrera, estudios, conocimientos intelectuales, cursos, terapias, estatus social alcanzado, prestigio. El yo pequeño reclama una retribución por los esfuerzos y sacrificios, por el rol de buen padre, buena madre, buen marido, buena mujer, buen profesor, buena persona. No es consciente de que todo eso lo ha hecho para sobrevivir, para compensar carencias y déficits afectivos.

El yo pequeño se apropia de los esfuerzos y méritos que cree haber conseguido. Es una percepción propia del personaje el pensar que tanto esfuerzo tiene su mérito y merece su recompensa. En todo lo que hace, busca una ganancia. Busca reconocimiento, valoración, seguridad afectiva, económica, una posición social reconocida, éxito, prestigio. Y, para conseguir todo eso, es capaz de engañarse y de engañar.

Se trata de un mecanismo muy sutil. Hay que estar muy motivado, ser honesto, tener un auténtico amor a la Verdad, para descubrir los diversos tipos de energías egoístas, narcisistas, revestidas de generosidad, altruismo, bondad, entrega, neutralidad, buena voluntad, compasión y amor.

Este mecanismo de apropiación es tanto más intenso cuanto más fuertes han sido las carencias afectivas en la infancia.

Recuerdo un caso que sirve de ejemplo. El sentimiento de culpa fuertemente grabado en la infancia, como consecuencia de una formación religiosa basada en mensajes, creencias, doctrinas en torno al pecado,  produce al individuo estados mentales de escrúpulos, acompañados de profundos sentimientos de angustia y moralidad, capaces de producir cierta esquizofrenia espiritual.

He tenido pacientes con estas características. Si la persona no hace un trabajo psicológico, emocional, de limpieza de historias del pasado, cuando es adulto y de avanzada edad sigue sufriendo las mismas crisis de escrúpulos, acompañadas de intenso sufrimiento. Aun tratándose de personas religiosas, inteligentes, con formación intelectual y con vida espiritual intensa; aunque hayan hecho retiros espirituales y cursos formativos de todo tipo, las creencias que se arraigaron en la infancia pasan factura hasta el atardecer de la vida.

La mayoría de estas personas ha espiritualizado sus luchas y sufrimientos internos pero no ha hecho un trabajo profundo de limpieza de creencias sobre la vergüenza, la culpa, el miedo.

La experiencia como psicólogo clínico me evidencia que si la persona no hace el proceso de un  auténtico despertar de la conciencia, aunque haya cultivado una vida espiritual profunda y sincera, si no se libera de creencias antropomórficas sobre Dios, sobre la fe, sobre la religión, sobre el sentido profundo de la propia espiritualidad, sobre la moral y el pecado, los escrúpulos y el miedo, la angustia retornan una y otra vez. Si no se ha hecho este trabajo, es simplemente por desconocimiento, por creer que con la espiritualidad ya se saldría adelante o por miedo a enfrentarse con la cara oscura del yo pequeño. Esto es lo que enseña la experiencia.

Por uno u otro motivo, la persona arrastra los efectos de la parte inconsciente del yo pequeño. Esta parte siempre pasa factura, de una u otra manera.

  1. ¿ESCOJO EVOLUCIONAR ESPIRITUALMENTE? QUE LA INTENCIÓN NO SEA DEL EGO

La tenacidad del ego es tal que si no hay una profunda conciencia humilde y coherente con la verdad del propio SER, es capaz de infiltrarse en la intencionalidad y controlar la idea de querer avanzar en este camino de luz apoyado en su propia fuerza y en sus motivaciones.

Está atento y toma conciencia de si verdaderamente estás decidido a avanzar y de si tu intencionalidad es honesta y transparente a favor de la vida y de la verdad. Observarás que hay una parte que está a favor de la vida y de la verdad, pero que también hay otra que no está dispuesta a renunciar a sus posicionamientos. De alguna manera, esta otra parte prefiere permanecer en la falsedad. Reconoce que una parte de este yo pequeño tuyo no está dispuesto a ceder. Esta parte la forman los posicionamientos del ego que todavía no has hecho conscientes y que, por lo tanto, no los tienes asumidos, aceptados y disueltos. Debido a estos posicionamientos, te juzgas a ti mismo y repercuten también en los otros. Todo juicio implica rechazo. Todo rechazo genera resistencia. La resistencia convierte las negatividades en crónicas. Por lo tanto, el impulso y el anhelo de querer avanzar en el camino espiritual no son 100 x 100 íntegros.

En el mapa de la conciencia del  Dr. Hawkins, la integridad calibra por encima del nivel 200, que es el nivel máximo de integridad y de verdad. El ego es tan sutil y tenaz, que cuesta mucho reconocer que su interés por avanzar espiritualmente no deja de ser egoísta. Si esto te sorprende, basta con que observes el sentimiento de incapacidad y apatía, de carencia y de lucha interior que te lleva a buscar reconocimiento, seguridad y a mantener un “estatus quo” que no deja de ser solamente un sueño.

Hay un tanto por ciento muy enraizado del yo pequeño que no aceptas, lo que te genera la conveniencia de desentenderte de él, por molesto. Esta dinámica es movida por un interés egoísta. Quieres avanzar en el camino deseado (expectativa), quieres llegar a ser un ser iluminado y así liberarte de este pequeño yo que rechazas, que no aprecias y no te gusta verte retratado en él. ¿Para qué quieres avanzar? Observa atentamente el fondo de ese querer, porque te darás cuenta de que te parece que sí que quieres  pero, en el fondo, no estás dispuesto a renunciar a los posicionamientos del ego. Si no, observa:

  • ¿Has superado la necesidad de complacer, de quedar bien?
  • ¿Eres consciente de las maneras sutiles con que necesitas el reconocimiento de los otros?
  • ¿Eres consciente cuando te comparas?
  • ¿Eres consciente del juicio implícito subyacente en el fondo de cada comparación?
  • ¿Qué sentimiento y sensación experimentas cuando percibes que el grupo está más por otro que por ti?
  • ¿Eres consciente de lo que reclamas y cómo lo haces?
  • ¿Eres consciente de que todo esto es tu personaje?
  • ¿Te das cuenta de lo apegado que estás a él?

El personaje siempre está presente. Lo llevas dentro desde hace muchos años. Estás tan identificado con él que, si no te das cuenta de eso, ahí está la prueba de la identificación. La historia de tu personaje es la que es. Si quieres evolucionar espiritualmente, vale más que comiences a observarla. Has creído que definía tu identidad, a pesar de los sentimientos de no valer, de incapacidad, de culpa, de miedo, de ira o de sufrimiento que experimentas a menudo. Son los guiones del personaje que has protagonizado toda tu vida y que ahora condicionan tu vida adulta.

El camino de evolución y de consciencia que quieres hacer está directamente relacionado con el hecho de que tú te hagas responsable. Hacerte responsable de todas estas creencias requiere una gran motivación y mucha honestidad. Y eso se traduce en dedicar tiempo y energía a observarte…

Para la mayoría de los seres humanos, es más cómodo sentirse culpables o víctimas de las circunstancias de la propia vida, de lo que uno ha soportado y sufrido, que tener que afrontar seriamente un proceso de desidentificación y de disolución del propio personaje.

La realidad es que todas estas circunstancias las hemos creado nosotros mismos con nuestros propios juicios sobre nosotros mismos y sobre los otros. Vivimos centrados en el juicio; forma parte de un hábito recurrente e inconsciente. No tenemos el valor de asumir que somos víctimas de nuestros propios juicios sobre nosotros mismos, que después proyectamos sobre el mundo. Nos juzgamos, nos sentenciamos, y todos esos juicios quedan sepultados en lo profundo de nuestro inconsciente y no nos percatamos de que se manifiestan a través del victimismo, la auto compasión, la auto indulgencia, pero, sobre todo, a través de las proyecciones.

Todo esto, en definitiva, es muy fuerte. Hemos de asumir la responsabilidad de que todo este mecanismo nos lo fabricamos nosotros mismos.

El punto clave está en reconocer que, más allá del interés a favor de la vida, de la verdad y de evolucionar, hay también un interés egoísta en ese querer avanzar. Si no reconoces humildemente ese interés egoísta soterrado, simplemente darás vueltas y más vueltas y siempre te encontrarás con tu personaje en el mismo sitio. Es como cuando alguien aprende a nadar y comienza a dar brazadas pero no hay forma de avanzar porque le falta técnica y práctica; de tanto bracear termina agotado, dando vueltas en el mismo sitio. No avanzas porque hay una contrafuerza muy poderosa, con la que tú estás profundamente identificado, que no te permite verte libre de su influencia.

Hawkins dice que lo que hemos de hacer con las contra-fuerzas no es verlas como enemigas. Es decir, tu pequeño yo no es tu enemigo, tu personaje no es un enemigo. Considéralo y relaciónate con él como aliado tuyo. Sólo así le puedes transcender y llegar donde tú quieres llegar: al SER que verdaderamente eres. Pero, si lo consideras como tu enemigo, de quien tienes que desprenderte, eso genera una gran lucha interior, entre lo que vives y aquello en lo que te quieres convertir. Observa cómo esta lucha para desprenderse del personaje surge de un juicio: “esto no tendría que ser así”, “no quiero ser así”. Es muy inconsciente, pero es necesario que observes el juicio. Te juzgas por diferentes motivos, los entuertos que has llevado a cabo, los errores cometidos, las reacciones de ira violenta, que explotan de vez en cuando, la culpa que experimentas a continuación; en el terreno moral, te juzgas por las acciones etiquetadas de “pecado”, te juzgas cuando no obtienes el reconocimiento social y no te sientes valorado y estimado; te juzgas porque tienes miedo a la soledad, a no merecer, por miedo al abandono y a sentirte excluido y separado. Mientras no te des cuenta de que estás buscando reconocimiento, seguirás buscando fuera la identidad que esperas te den los otros con su aprobación. Te darás cuenta de ello si practicas la observación hasta convertirte en el yo testimonio, a cambio de ser el yo experimentador de siempre.

Lo que verdaderamente ERES es una cosa,  mientras que lo que tú CREES QUE ERES es algo completamente diferente. No te desprenderás nunca de lo que crees que eres, ignorando que se trata de una creencia de tu personaje.

Observa los esfuerzos que hace este personaje para sobrevivir. Observa las reacciones mediante las cuales manifiesta sus juegos para seguir presente en tu vida. Observa cuan fuerte es el apego a este personaje. Observa el doble juego de este personaje:

  • Por una parte, cuando te hace sufrir, te juzgas y te rechazas,
  • Por otra parte, si se te plantea que lo has de transcender para ser libre y feliz, experimentas una gran resistencia a abandonarlo.

Ahí tienes el apego y la identificación. Comienza a observarte.

3.       EL YO PEQUEÑO, EL PERSONAJE, FORMA PARTE DEMI HISTORIA.

No puedes deshacerte del pasado ignorándolo o reprimiéndolo. Se trata de una realidad muy fuerte y delicada. No existe una receta secreta y magistral. Has de afrontar tu realidad sobre todo lo que has creído que eres pero que, en realidad, no es tu auténtica realidad.

Lo que, hasta ahora, has buscado durante toda tu vida, observa que forma parte de un hábito de supervivencia. Date cuenta de que sigues asumiendo un rol, un guión, una identidad que continuamente te lleva a inventar nuevas historias sobre quien crees que eres o sobre quien quisieras ser.

Y todo por pura conveniencia. Llevas toda tu vida buscando la imagen ideal que crees que te hará especial y feliz. Cada una de las historias que has vivido tiene infinitas conexiones con otras historias y niveles de conciencia de las personas con las que te has relacionado y te relacionas. Y es que el personaje siempre busca compensar, conseguir, llenar, completar aquello que le ha faltado.

El personaje forma parte inevitable del proceso de todos los seres humanos, La gran mayoría vive su vida vinculada a las historias y a los guiones de sus personajes. Algunos no salen nunca de este guión. Por otra parte, el sufrimiento es un despertador que algunas personas aprovechan para observar que quien lo genera es su personaje. Entonces, se plantean trascenderlo.

El personaje se refuerza con la vivencia de cada nueva historia, de cada nuevo guión. El personaje está encantado de ser el protagonista de sus propios guiones, aunque para hacerlo tenga que pagar facturas de decepción, frustración, fracaso y sufrimiento. Los guiones que cada personaje vive son resultado del significado que la persona otorga a las necesidades de su personaje. Los criterios de valor del personaje son muy endebles, muy estrechos, rígidos e intransigentes. No ves más allá de la necesidad que trata de satisfacer. El personaje vive de expectativas, nunca de esperanza. La esperanza es una cualidad del SER.

Cuando te propones observar los significados que tu personaje da a las historias que te ha hecho vivir y que todavía te hace vivir, descubrirás que, en todas, persigue un objetivo: sobrevivir, sea como sea. ¿Eres consciente del elevado precio que pagas sobreviviendo en el personaje?

Si comienzas a observar cuál es el precio que pagas, al final siempre aparece VERGÜENZA, porque es la creencia con la que todos luchan. Por eso estamos como estamos, por eso hacemos tantas proyecciones hacia los otros. Recuerda que todo aquello que desprecias de ti, lo proyectas fuera. Una y otra vez, crees que es el mundo el que te hace ser como eres, Y no es verdad. Eres tú el único responsable de ser como eres.

El primer paso íntegro que has de hacer es tener la voluntad de observar ese mecanismo, para acogerlo sin juzgarlo, sin etiquetarlo, antes bien, sencillamente, sosteniéndolo y permitiendo que el SER lo deshaga sin esfuerzo alguno.

Cuando te pones a observar, te darás cuenta de que los objetivos de tu personaje nunca te aportarán aquello que persigues. Los objetivos del personaje siempre te dejan frustrado. Basta con que repases tu historia.

Un primer fruto de la observación es darte cuenta de que has de cambiar el objetivo: descubrir que lo que persigue el personaje es un sueño. Por lo tanto, el observar tiene como objetivo acabar con la historia del propio personaje, mediante el despertar del sueño en el que has vivido hasta ahora; abrirte a la conciencia de  plenitud que siempre has tenido en tu interior, desde el primer instante en que Dios pensó en ti y te trajo a la vida; descubrir que esa conciencia nunca ha desparecido; descubrir aquel espacio vacío consciente que observa quietamente toda tu existencia, hasta convertirte en el testimonio de tú mismo.

Cuando observes con esta actitud consciente, te haces consciente de ti mismo en cada presente. A medida que observas tu existencia vacía de personaje, la propia existencia comienza a armonizarse con tu SER, que es la divinidad en acción creadora. En esta acción creadora del SER, encuentras el reconocimiento y la armonía que siempre has buscado fuera, ya que no se ve estorbada por la intención del personaje ni por como tú querrías ser. Cuando observas y haces el descubrimiento de que todo lo que necesitas ya lo tienes desde el comienzo de la vida, que ya estaba allí antes que el personaje, este descubrimiento se convierte en una experiencia maravillosa. Entonces, te convierte en ese espacio vacío e infinito del que eres testimonio y dentro del cual tiene lugar todo cuanto experimentas.

  • La Presencia infinita.
  • La Consciencia vacía.
  • El Amor incondicional.
  • La Consciencia plena y completa.
4.       POR MI MISMO, YO NO SÉ NADA.

Comienza a introducir esta plegaria en tu meditación cotidiana: “Per mí mismo, yo no sé nada”. Tiene un fondo muy útil, profundamente honesto, que te conecta con tu verdadero SER. Es como un mantra o como una jaculatoria muy poderosa.

Cunado descubres y reconoces una creencia sobre ti mismo, profundamente enraizada, puedes pensar: ¿Cómo puedo desprenderme de ella? Se me pide que me enfrente a algo a lo que no me atrevo- Si es una creencia sobre mí, en la que he creído todo la vida, ¿Cómo puedo desmontarla, si está tan enraizada?

La frase poderosa y clave que has de incorporar a tus plegarias y que te servirá enormemente es: “Señor, por mí mismo, yo no sé nada”. Cuando tienes la humildad de decirte: “Yo no sé nada”, te estas refiriendo a que aquello que tú crees de ti no es verdad. Pero no esperes que el personaje abandone su identidad por el solo hecho de repetirte “por mí mismo, yo no sé nada”. Hace falta tiempo, constancia, paciencia y humildad para llegar a la experiencia sentida, querida, amada de que “por mí mismo no sé nada”. Por lo tanto, no se trata de un esfuerzo intelectual, racional, mental, sino de sentirlo desde lo profundo de tu alma. Esto lo consigue la simple observación, desde una intencionalidad íntegra y humilde.

Una creencia de lo más enraizada es creer que sabes. Es un “yo sé” del personaje. Forma parte de sus programas. Este “yo sé” está hecho de creencias profundamente enraizadas e inconscientes. Cuando despiertas a esta realidad y te dices: ”esto es solamente una creencia”, este “yo sé” es una creencia, entonces, puedes añadir: “Por mí mismo, yo no sé nada”, “creía que sabía”; ahora, me doy cuenta de que “por mí mismo, yo no sé nada”, “soy ignorante por lo que respecta a quien soy yo”, “verdaderamente, ahora me doy cuenta de que no sé quién soy”, “estaba en el error. “Señor, te entrego esta ignorancia mía”.

Es una plegaria muy útil, que tiene un fondo potentísimo, porque surge del reconocimiento humilde y honesto de tu verdad. Te hace humilde delante de Dios y delante de ti mismo. Creer en el programa “yo sé” es pura vanidad del ego. Esta vanidad es inconsciente. Observa que eres un vanidoso inconsciente cuando dices que sabes. Observa que es un “saber” del personaje, que ahora tienes la oportunidad de desmontar. El personaje sólo cree que “sabe” lo que te hace creer de sus historias.

Cuando aceptas el “por mí mismo, yo no sé nada”, estás adoptando una actitud humilde, responsable y consciente. Reconoces que el personaje se mantenía en el error y en la mentira. Por eso: “por mí mismo, yo no sé nada”.  “Sólo tuyo es el poder y la gloria”.

Cuando rezas así, entras en el espacio del SER, que es el espacio de la Presencia divina. Reconocer que “sólo es de Dios el poder y la gloria”, significa que el único que sabe es Dios y que tú, por ti mismo, no sabes nada

Si experimentas alguna resistencia a lo que acabas de leer, observa cómo el personaje no se deja convencer. Y no se trata de convencerlo, puesto que eso es mental. Se trata de que experimentes paz, gozo, serenidad, libertad, amor, a medida que el personaje se funde en el rescoldo del amor incondicional de la Presencia de Dios dentro de ti.

Un gran maestro oriental decía de forma muy gráfica y un tanto basta, para que todos sus discípulos le entendieran: “El ser humano es incapaz de distinguir el agujero del banco donde se sienta, del agujero de su culo”. Una frase suficientemente fuerte para que alguno de los oyentes se sintiesen ofendidos. La realidad es que no sabemos nada. Un sabio decía: “Sólo sé que no sé nada”. Cuando aceptas esta verdad, la frase ya no ofende tu identidad, que se percibe iluminada cuando cree que “lo sabe todo”.

No sabemos absolutamente nada.

¿EN QUÉ CREES QUE SE FUNDAMENTA UNA AFIRMACIÓN COMO ÉSTA?

La ignorancia es muy atrevida. Observa: se fundamenta en la ignorancia de ti mismo. Todo lo que pienso, siento y hago desde la ignorancia de mí mismo, es pura falacia, puesto que se fundamenta en la pura percepción del ego. La percepción es la manera  como el ego interpreta la realidad. Toda interpretación está condicionada por la conveniencia.

El personaje vive de conveniencias. Se aferra a lo que le interesa y rechaza lo que le desagrada. Vive de atracciones y aversiones. El error de esta manera de proceder del personaje es que no hay consciencia. El auténtico saber surge del estado de consciencia, después de que la persona se cuestione una y otra vez “quién soy yo”, hasta experimentar y conectar con la verdad que está presente en la propia conciencia desde siempre y siempre está presente. Cualquier otro “conocimiento o saber” de uno mismo es pura vanidad del personaje.

Probablemente, es la primera vez que escuchas o lees sobre la CONCIENCIA INFINITA. Saber qué eres conciencia infinita no es un saber mental, racional. Al observar mientras te preguntas y profundizas “quién soy yo”, llega un momento en que tomas conciencia, cuando conectas con la fuente de dónde vienes. Cada vez que te conectas con la fuente, provocas un despertar, y, con cada despertar, evolucionas. Te das cuenta de que algo se abre en tu interior, un espacio consciente de tu auténtica identidad, desde la que sabes que no sabes NADA.  Has tenido alguna experiencia de darte cuenta de que creías saber mucho, pero si ésta es  sobre un breve despertar de la conciencia, te hace dar cuenta de que todavía conoces muy poco. Frente a una persona sabia, santa, algunas personas tienen la sensación de estar muy lejos del verdadero saber o de la verdadera santidad. Cuando haces consciente a tu ignorancia, este acto humilde es  poderosísimo. Es entonces cuando puedes aflojar las arraigadas creencias sobre tu mismo, que son como costras totalmente endurecidas, que se han hecho crónicas.

Cuando dices “yo no sé nada de todo esto que creía de mí, nunca he sabido nada de mí, es un error creer que he sabido algo de mí”, entonces, Dios comienza a trabajar en ti.

Todo este proceso se inicia con la observación de la fuerza que tiene en ti el programa “yo sé”.

Aquí se te hace patente la parte maravillosa de este trabajo.

 

Acerca del autor

Psicòleg clínic a Centre Gestalt-Fis | Más artículos

Especialista en Psicología Clínica
Director del Centre de Psicologia Clínica i Fisioteràpia, Gestalt-Fis, Família i Salut
Trabaja en los niveles de conciencia y evolución espiritual del Dr. David Hawkins.
Imparte cursos de Formación sobre el Mapa de la Conciencia y acompaña procesos de evolución espiritual.

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