Cuando una media verdad la repites mil veces, se convierte inexorablemente en una verdad única.
Estas verdades únicas, se configuran en grupos poblacionales inmersos en lo que podemos llamar burbujas de pensamiento único. Espacios virtuales llenos de personas que retroalimentan determinados discursos y relatos, creando realidades paralelas. Burbujas de pared gruesa, prácticamente impermeables e inmunizadas a los mensajes que las contradicen.
Existe sólo un antídoto contra los pensamientos únicos: el sentido crítico. Es decir, la metodología de poner en entredicho las propias convicciones, para hacerlas entrar en crisis, y confirmarlas, o revocarlas.
Una de las grandes paradojas de nuestro tiempo es que hoy, con más población culturizada, menos analfabetismo, y con mejor acceso a todo tipo de información que nunca, tenemos una tendencia retrógrada hacia los radicalismos, los pensamientos únicos, las manipulaciones masivas, en las posiciones polarizadas. La explicación radica en tres causas: las TIC, la inteligencia artificial y determinados mecanismos psicológicos. Las dos primeras son inevitables e irán aumentando progresivamente su poder, y por tanto sólo podemos incidir en nuestra capacidad de control psicológico en el sentido crítico.
Generar noticias falsas es muy fácil y barato. La conocida ley Brandolini afirma que la cantidad de energía necesaria para refutar una estupidez es mayor que la energía para producirla. Generar mentiras es muy fácil, pero rebatirlas es mucho más costoso.
En Internet es fácil crear una burbuja informativa, construir una nueva realidad. Y una vez iniciado, será fácil encontrar a gente que piensa como tú, retroalimentando la idea positivamente, encontrando argumentos que reafirman el relato. Crees que eso es verdad, y piensas que todos los demás son los que están engañados, creando una realidad alternativa, paralela.
Nos reconfortan las personas que piensan como nosotros, y nos molestan las que piensan diferente.
Existe un mecanismo en psicología que se llama “sesgo de confirmación”. Es una tendencia que todos tenemos, basada en sobrevalorar aquellos elementos, hechos o afirmaciones, que confirman nuestras creencias. En cambio, rechazamos las que nos van en contra.
Cuando el sesgo de confirmación es muy marcado, se desactiva tu sentido crítico, y aceptas sin lugar a duda, cualquier afirmación que confirma tu creencia. Por inverosímil que sea, no la cuestionas en ningún momento. Se convierte en dogma de fe. Esto ocurre con los terraplanistas, quienes dicen que Trump ganó las elecciones, y quienes aseguran que el covid no existe. En cambio, rechazamos sistemáticamente todos los argumentos que rebaten aquellas creencias, negando así la realidad y todas sus evidencias.
Aceptas argumentos acríticamente cuando son a favor, y niegas sistemáticamente los que van en contra.
El hecho de que habitualmente aquellas falsedades sean atractivas y llamen la atención, hará que tengan un potencial muy grande para propagarse por la red y llenarse de retuits, mientras que, si alguien quiere ponerlo en cuestión, el grado de atracción en las redes será infinitamente inferior.
Si se da el caso de que uno de estos argumentos contrarios tiene un recorrido potente, sistemáticamente aparece una explicación destinada a desactivarla. Resulta casi imposible detener a alguien que se ha introducido en una burbuja, ya que todos los ataques exteriores, rebotan en su membrana, como en un frontón. Se atrinchera en un bunker.
Encerrados herméticamente en su interior, difundirán excitadamente cualquier información que les llegue y que reafirme el argumentario, sin dudar en ningún momento de su veracidad. Y esa persona, recibirá a la vez infinidad de mensajes, vídeos, e imágenes, del resto de compañeros de viaje que viven dentro del mismo pensamiento único. Dirán mil veces y con convicción a todas las personas de su entorno, que están engañadas, que ellos sí tienen la verdad.
Este sesgo de confirmación lo tiene todo el mundo, y es normal y natural que así sea. Pero hay que ser conscientes de ello, y tener la capacidad de objetivación suficiente para aceptar la realidad real. Es decir, tener el sentido crítico suficientemente desarrollado, como para crear una duda. Detenernos un momento para tomar perspectiva, para encontrar espacios de objetivación.
Otro mecanismo psicológico es la «ilusión de conocimiento«: tener el convencimiento de que nosotros lo sabemos. Sólo por haberlo leído en un whatsapp o haberlo visto en un vídeo de youtube, creemos que ya somos conocedores de la realidad.
Vivimos pues en una sociedad altamente vulnerable en el momento en que la tecnología permite la expansión exponencial de todo tipo de información de baja calidad, o directamente falsa, cuando no tendenciosa, hacia determinados objetivos estratégicos. Los filtros de verificación que han aplicado históricamente los grandes medios de comunicación audiovisual y escrita están perdiendo terreno aceleradamente, y las personas nos hemos quedado a la intemperie, expuestos, prácticamente sin defensas.
La radicalización de los mensajes está provocando que cuando una persona tiene un determinado pensamiento, se sienta muy incómodo a la hora de acceder a un pensamiento que es contrario y radicalmente opuesto, por lo que dejará de hacerlo. Dejará de consumir aquellos productos audiovisuales que no le son afines. El resultado de este fenómeno masivo es la radicalización de los mensajes, la sordera o ceguera, y la intolerancia hacia el resto de pensamientos.
Cuando abrimos el móvil, nos aparecen informaciones sin pedirlo, titulares que algún algoritmo ha seleccionado para ti. Dirigido a ti. La inteligencia artificial sabe, y sabrá más en el futuro inmediato, lo que queremos. Grandes corporaciones gestionan la big data, para ofrecernos en un clic, lo que creemos necesitar.
Las personas reforzamos insistentemente las creencias, unos a otros, creando un proceso en bucle, una espiral de auto confirmación. La confirmación mutua es tan cercana e insistente, que no queda más opción que creer lo que todos creen.
Vivimos en un mundo donde se grita vehementemente, con las orejas tapadas. Los Trump, Bolsonaro o Johnson, no son producto del azar. Son nuestro futuro. La inteligencia artificial y la tecnología masiva de datos dirigirá el devenir de nuestro mundo, y de cada uno de nosotros. No estamos preparados.
Nos vamos desconectando de nuestras raíces, de nuestra libertad individual, para anestesiarnos en burbujas de pensamiento único, a la deriva. Estamos desconectando de nuestros genes esenciales, de la naturaleza. Estamos desconectando de nuestro hogar, maltratándolo ecológicamente. Estamos desconectando nuestra conciencia, de lo que realmente hacemos y pensamos.
La historia suele demostrar que casi siempre frente a los desequilibrios, aparece un factor insospechado que acaba generando una alteración en sentido opuesto. Esta es la esperanza, pero por ahora no se visualiza ni se intuye por dónde puede llegar esta oposición. La resistencia en forma de desconexión de determinados grupos, o quizás el reset producido por una parte de la élite que, por motivos éticos y filantrópicos, decidan crear un ecosistema tecnológico limpio.
Acerca del autor
Arquitecto de profesión, curioso de vocación, crítico, reflexivo y aprendiz de librepensador. Buscando el origen de las cosas, para intentar entender el porqué de todo.
Molt enriquidor. Gràcies