Para Enric Benito, morir, como nacer, es un proceso natural y bien organizado, aunque bastante desconocido y percibido como amenazante por la ignorancia que tenemos de él. La mirada lúcida del autor nos permite disminuir, o quizás disolver, el miedo que nos aleja de la posibilidad de entender el proceso de morir. Las pistas que nos ofrece pueden ayudar a acompañar el proceso y a despedirnos con serenidad y coraje de las personas queridas que nos van a preceder en este viaje, así como a aprovechar esta experiencia para prepararnos nosotros mismos. Este texto forma parte de un artículo más amplio citado al final.
Al observar el proceso de la muerte desde una perspectiva experiencial, se nos revela lo bien organizada que está la naturaleza y como este proceso tiene una dinámica propia muy comparable, aunque aparentemente opuesta, a la de nacer. Podríamos afiirmar lo siguiente:
• Morir es normal (decía Borges que, junto a la siesta, es una costumbre que tiene la gente).
• Morir no es una enfermedad que deba tratarse, no es un tema médico ni sanitario, es un proceso biológico y biográfico de profundo calado antropológico.
• Morir no duele, puede doler la enfermedad que subyace al proceso, pero no el hecho de morir.
• El miedo y la ignorancia sobre el proceso y las resistencias al mismo, suelen hacerlo más complicado. El sufrimiento es fruto de la ignorancia y del apego o resistencia a fluir con la realidad que se impone.
• Morir bien es de vital importancia, es un buen indicador de haber vivido bien. Además, la forma de morir deja un impacto importante en las personas allegadas que van a aprender vivencialmente del que se va.
• La muerte de cada persona suele ser una expresión de cómo ha vivido. Cada uno se acerca a este proceso con sus recursos y sus necesidades, las que ha construido a lo largo de su vida.
• Seguramente se trata del viaje más apasionante que vamos a hacer en nuestra vida, que nos confronta con nuestra finitud y nuestra trascendencia.
• La experiencia nos indica que nadie muere sin saber que está muriendo. La negación de la realidad –que siempre intuye la persona que se va– por parte de los que le acompañan, no facilita la comunicación honesta ni el acompañamiento cálido.
• A la persona que se siente insegura y temerosa, la negación de la realidad no le permite compartir lo que más le preocupa con los que la cuidan y acompañan, a menos que éstos sean capaces de afrontar la realidad que se va a imponer.
• Y finalmente: aunque las personas mueren, la muerte no existe. Hay un final de una biografía, pero no hay ninguna evidencia de que se acabe la vida.
• Aunque adoptamos la expresión End of life y solemos emplear el término traducido como “final de la Vida”, lo cierto es que la vida no parece tener final, solo hay un cierre de una biografía que merece celebrarse, nada más.
el proceso de morir nos revela lo bien organizada que está la naturaleza
NECESIDADES
Todos nos acercamos a este momento con los recursos y necesidades que hemos desarrollado a lo largo de la vida y, como se ha dicho, “la casa de la muerte tiene mil puertas para que cada uno encuentre la suya”, es decir, no hay una “forma adecuada de morir”.
Asumimos un modelo antropológico que, simplificando, nos dice que las personas somos frágiles y vulnerables, pero al mismo tiempo estamos dotados de una consciencia que nos hace trascendentes, seamos o no conscientes de esta última dimensión.
Muchas personas afrontan esta etapa como una amenaza a la integridad de lo que han construido, y pueden sentir miedo ante la disolución de aquello con lo que se han identificado. La mayoría desconoce –por no haberlo descubierto– lo que les sostiene, la conciencia en la que ha estado viviendo. Esta conciencia, el fundamento de nuestro ser, no es personal, sino que se halla fuera del espacio-tiempo y nunca ha estado amenazada. Por eso, quien conoce esta parte de sí mismo, no puede tener miedo. La mayoría de nosotros, en la medida en que nos hemos identificado con aquella parte más superficial de nuestra conciencia, tenemos miedo a morir.
Algunas personas, a causa de experiencias de pérdidas anteriores, de situaciones extremas o de vivencias que les han llevado a tener una percepción más afinada, han descubierto esta otra parte de sí mismos, la profundidad que nos sostiene y que nunca ha estado amenazada. El proceso de morir va a confrontar nuestros recursos personales y va a establecer una dinámica en la que ambos aspectos, nuestro miedo y nuestra confianza, son puestos a prueba.
Se han descrito las necesidades del que se va. Así, por ejemplo, Peter A. Singer, tras un estudio en el que preguntaba a los propios pacientes en situación de enfermedad incurable, en 1990 avanzada cuáles eran sus necesidades en su trabajo Quality end of life care: patients´ perspectives. Las resumió de esta forma:
• Tener un buen control del dolor y otros síntomas: Es decir, que el cuerpo no me impida centrarme en lo que ahora es importante, que me alivien todos los aspectos físicos del proceso.
• Evitar una prolongación inapropiada del proceso de morir. Los pacientes piden que no se interfiera en el proceso alargándolo de manera innecesaria, cosa que a veces ocurre cuando no se tienen claros los objetivos de este proceso.
• Mantener la máxima autonomía: las personas, aun dentro de su fragilidad, si mantienen su autonomía moral y su capacidad de tomar decisiones, deben ser tenidas en cuenta a la hora de decidir respeto a su cuidado.
• Poder aliviar su carga emocional: Es momento de hacer las paces con la propia historia y de reconciliarse, si es preciso, con los aspectos difíciles de nuestro pasado. Perdonarse y perdonar por aquello que no se supo hacer mejor, alivia y permite soltar amarras con menor dificultad.
• Reforzar los vínculos afectivos con las personas queridas: Ahora, cuando se pierden las fuerzas y uno se siente cada vez más frágil y vulnerable, es momento de poder sentir y compartir el cariño de las personas más próximas. Al igual que cuando nacemos, volvemos a ser dependientes, y necesitados de afecto.
A estas necesidades, otros autores, como Craven y Wald en Oxford Textbook of Palliative Medicine (2004), añaden algunas que merecen comentarse. Para ellos, además de liberarse de los molestos síntomas de la enfermedad que ya se ha citado, hay que disponer de:
• La seguridad de un entorno acogedor que cuida de las necesidades, bien sea en el propio domicilio o en el hospital o residencia.
• La atención y el apoyo de un equipo experto. Sentimos que nos estamos adentrando en un territorio desconocido y se van a dar cambios con los que ni nosotros ni nuestros allegados estamos familiarizados. Agradecemos por ello el apoyo de los que entienden y nos pueden ayudar.
• La garantía de que no serán abandonados. Es importante tener la confianza de que cuando las cosas se compliquen, seguirán cuidando de uno. Saber que puedo sentirme seguro de ser cuidado cuando ya no pueda pedir ayuda.
el proceso de la muerte se desarrolla en el plano mental, emocional y espiritual
EL MAPA DEL PROCESO DE MORIR
Cuando una persona entra en la etapa final del proceso de morir, se encuentra sometida a dos dinámicas íntimamente relacionadas. En el plano físico, el cuerpo comienza un proceso en el que se van apagando todas las funciones y que acabará con su extinción.
Normalmente, este proceso ocurre de forma paulatina, con cambios físicos progresivos, que no requieren tratamientos invasivos, ni intervenciones agresivas. Estos cambios son normales y son la manera natural por la cual el cuerpo se prepara para dejar de funcionar.
La forma más apropiada de aproximarse a esta etapa es con respeto al proceso, intentando mantener la comodidad y procurando medidas orientadas al alivio, confort y bienestar.
La otra dinámica que interviene en el proceso de la muerte se desarrolla en el plano mental, emocional y espiritual y su desarrollo es diferente. La conciencia de la persona comienza el proceso final de desapego o desinterés por el propio cuerpo, por sus condiciones sociales (trabajo, familia, amigos, etc.).
Este desapego se facilita cuando se está en paz con la propia historia vital, se han resuelto aquellos aspectos pendientes (que a veces pueden ser de carácter práctico) y finalmente obtiene el permiso de las personas queridas para dar el paso final, morir. Estas fases constituyen la forma normal y natural por la cual la conciencia se prepara para abandonar esta vida.
Las formas más adecuadas de responder a los cambios mentales, emocionales y espirituales son las que fomentan este desapego y la aceptación de esta realidad, facilitando un entorno de serenidad.
Cuando el cuerpo de una persona está preparado para terminar, pero la persona está pendiente de resolver algún problema o de reconciliarse con alguien importante, suele tener tendencia a prolongar el proceso, de modo que se produce un disconfort por no poder terminar aquello que tiene necesidad de dejar resuelto.
El proceso de morir acaba cuando el cuerpo finaliza el proceso natural de completar su función vital y cuando la conciencia se desconecta de esta dimensión. Este proceso es único y propio de cada persona, está influido por sus creencias, experiencia e historia vital.
Enric Benito Oliver es doctor en medicina.
Especialista en oncología y máster en cuidados paliativos.
Miembro de honor de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos.
El texto utilizado está extraído del artículo “El acompañamiento en el proceso de morir”, Enric Benito, 2019
Este artículo ha sido publicado en el número 192 de la revista Ciutat Nova: Morir: el arte de vivir
Acerca del autor
Ciutat Nova: Revista trimestral donde descubrimos y compartimos historias y proyectos inspiradores y cercanos para fortalecer #vínculos positivos. #diálogo
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