Las conversaciones telefónicas, en este tiempo de Coronavirus, parecen orientarse siempre en la misma dirección.
En estos días de emergencia vírica y de confinamiento doméstico, las conversaciones telefónicas, ya, más o menos, en todo el planeta -¡la potencia de la revolución digital!- y multiplicadas exponencialmente como el coronavirus, parecen estar canalizadas en un modelo con secuencias bastante similares. Lo he podido comprobar en numerosas llamadas personales desde el Líbano, donde vivo, a países como Noruega, República Democrática del Congo, Canadá, Hong Kong, Suiza, Italia, España, Bolivia, Estados unidos, Nueva Zelanda. En definitiva, un poco en todos los continentes.
La secuencia común, constatada después de haberla comentado con amigos y colegas, es, más o menos, ésta:
- Saludos convencionales iniciales: más o menos largos y calurosos, según la propia cultura, Hong Kong no es el Congo. Ya no se pregunta «¿dónde estás?»;
- Preocupación: se informa al interlocutor de la evolución de la epidemia en el país; se manifiestan inquietudes o miedos por la pandemia, acompañados de opiniones personales, referencias más o menos precisas, previsiones más o menos fundadas (más bien, casi nunca), con anécdotas y cosas varias.
- Actividades: después se pasa, inevitablemente, a explicar las de cada uno, las de antes y las nuevas en la obligada vida en casa; los descubrimientos que se han hecho y las limitaciones más difíciles.
- Desdramatización: bueno, es el comentario común; es duro, pero, en el fondo, es una ocasión única para un reencuentro con nuestra propia vida, para recuperar ese tiempo nuestro que nos había sido robado por un capitalismo desenfrenado.
- Tranquilización: no te preocupes, no corras riesgos, provéete de esto o de lo otro, come muchas naranjas…
- Compromiso: siempre y inevitablemente es la conclusión: quédate en casa, #StayHome o algo parecido; en resumen, compromiso expresado recíprocamente;
- Saludos convencionales finales: como en el punto 1.
En esta secuencia hay un movimiento común, un movimiento repetitivo, a menudo consolador, que da que pensar. De la pasividad (preocupación) se pasa a la actividad (ocupación), después a la consciencia de uno mismo (desdramatización), y así, al altruismo (recomendaciones) para terminar con la responsabilidad (compromiso). Observemos que esta secuencia de movimientos, comunes tanto en Pequín como en Buenos Aires y en Nairobi, es la de los movimientos típicos de una sana “cultura del diálogo”, de una auténtica “cultura del encuentro”, de la que tanto se habla en estos tiempos de triunfo del narcisismo, de la soledad, del individualismo a menudo nihilista y de corto alcance. Es el movimiento de la mayéutica y de la reciprocidad. Nada de nuevo y, sin embargo…
Acerca del autor
Ciutat Nova: Revista trimestral donde descubrimos y compartimos historias y proyectos inspiradores y cercanos para fortalecer #vínculos positivos. #diálogo
Muy certero, está ayudando a comunicar más y mejor