Hace ya algún tiempo que vengo observando que las personas nos esforzamos de manera muy importante por dar la talla. Esta sociedad en la que vivimos nos pone (o nos ponemos) constantemente listones que debemos tratar de saltar. Cada día es una meta y un desafío para alcanzar no sé qué objetivo.
Hay listones de todo tipo: ser perfecto, llegar a todo, tener éxito, tener un mejor cuerpo, gustar más, ser reconocido, ser fiel a lo que me he comprometido, estar a la altura del grupo o del jefe o de lo que se espera…
Esta carrera de obstáculos que nos ponemos es agotadora y entrar en ella desemboca en un cansancio existencial y poco sano. Cuando escucho profundamente a las personas, normalmente, encuentro un denominador común por el que se produce esto. Lo podría resumir en “quererse poco”. Hay mil derivadas del no quererse: no gustarse, perseguir la aprobación de los demás, mirarse mal, menospreciarse, hablar en negativo etc. pero siempre acabo pensando que tenemos mucho recorrido para querernos más.
En algún momento de la vida nos desconectamos del niño que fuimos, en el que nos sentíamos plenos, sencillos, cuando simplemente éramos. Esto nos cuesta la vida y recuperarlo es una conquista y la parte más importante del camino a recorrer en nuestro desarrollo personal.
Una aclaración: el desarrollo personal también puede ser otro listón y tardamos mucho tiempo en darnos cuenta. Se trata de verlo como una aventura, una danza, un apasionante viaje. Claro que requiere esfuerzo porque se trata de ir quitándonos capas de rigidez para ir consiguiendo ser nosotros la niña o el niño que fuimos. Pero la recompensa es la liberación. Es como si nos fuéramos quitando poco a poco una costosa armadura rígida y anquilosada y fuera apareciendo la carne desnuda de lo que somos.
Intentaré daros algunas pistas para trabajarnos, estas pistas para mí siguen siendo camino:
- Mírate al espejo cada mañana y reconoce tu cuerpo, aprécialo, vete descubriendo su belleza y abrázalo con la mirada hasta reconocer en él toda tu armonía. Hazlo despacio, no corras…
- Di «SI» a lo que te apetecería, pero nunca te has atrevido. Prueba, experimenta, explora… Tocar ese instrumento, aprender a bailar o cantar, tumbarme en el suelo, andar descalza, ponerme esa ropa, pintar, cocinar… tantas cosas que dejamos, que no nos atrevemos…
- Di “NO” a lo que no quieres: empieza por las cosas pequeñas, no quiero ir a tal sitio, no quiero hacer esto tan pequeño. Cada “NO” será una pequeña conquista. A veces, nos sale decir “SI” casi automáticamente, porque lo hemos hecho toda la vida y solo después caemos en la cuenta y nos culpabilizamos. En estos casos, te recomiendo que cuando te pares y veas que tenías que haber dicho “NO” y no lo has hecho, decidas ir a la persona y decirle “perdona, antes te había dicho que sí, pero lo he pensado mejor y no puedo, gracias”. Seguro que vas avanzando poco a poco.
- Conéctate con tu niña/o interior: siéntate frente a una silla vacía, respira profundamente, relájate e imagina como eras de niño/a, descubre cuándo, cómo te has ido alejando de él/ella y háblale, dile lo que te vaya saliendo, con todo el corazón del que seas capaz. Abrázale, ríete con ella, llora con ella… Y al final, acaba el ejercicio prometiéndole que le serás fiel a sus anhelos, a ella… poco a poco. Y prométele que de vez en cuando repetirás el ejercicio para que vuestra vida este mucho más reconciliada.
- Repasa el día: al final del día mira cuando te has desconectado: cuando has sentido presión, estrés, angustia, enfado, tristeza… y también cuando te has sentido conectado: has sentido paz, alegría, esperanza, serenidad… No se trata de hacerlo desde la cabeza sino desde la emoción sentida, desde el cuerpo… Si lo haces de manera habitual, te conocerás mejor y podrás elegir mejor estar conectado más tiempo.
- Hazle caso a la intuición. Intenta alguna vez responder a la intuición primera que tienes sobre algo, sobre cualquier problema y circunstancia. Cuando algo sucede reconocerás una intuición que sale, no desde la razón sino desde otro sitio. Cuando te venga, dale nombre y guárdala en una urna protegiéndola, es una manera de hacerla consciente. Luego vendrán los razonamientos que tratarán de ocultarla o de desacreditarla… Sin embargo, atrévete a sacarla de la urna y responde desde ella. Luego reflexiona y mira cómo te ha ido… Irás aprendiendo mucho de ti.
Mi deseo es que la vida pase de ser una carrera de obstáculos a un correr libre por una pradera en la que los saltos sean parte del camino y las cuestas arriba sean retos preciosos y divertidos.
Autor: Juan Goñi
Este artículo ha sido publicado en el blog del autor: Liderar desde la confianza
Acerca del autor
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