En esta época de pandemia, la condición física de las personas mayores ha saltado al primer plano de la actualidad, porque nos hemos dado cuenta perfectamente de su vulnerabilidad y fragilidad. Y es justo y necesario que se haga de todo para tutelarlos, protegerlos, ya que no es posible prescindir de su preciosa aportación.

Sin embargo, desgraciadamente hay quien ha pensado bien (en realidad, mal) de relegarlos a un segundo plano porque se les considera incapaces de dar rendimiento económico en términos de eficiencia y de eficacia. Pero, preguntémonos, ¿a qué edad se es anciano?

El hecho es que nadie quiere considerarse anciano, porque este nombre evoca una estrecha relación con la pérdida de algunas facultades y capacidades vitales, como la fuerza física y la memoria, que lentamente van disminuyendo con el tiempo.

Por tanto, más allá de las leyes que de vez en cuando intentan definirlo (65, 70, 75, 80 años), normalmente podríamos considerar que la ancianidad corresponde a un estado en el que la eficiencia física y psíquica se ralentiza.

Pero, si todo esto es verdad, hay que volver a poner en el lugar justo a la gente mayor, poniendo en evidencia también los aspectos positivos e indispensables que cualquier sociedad debe respetar. ¿Y cuáles son estos aspectos positivos?

De hecho, son muchísimos. Cualquier sociedad se sostiene con dos piernas: la primera, se caracteriza precisamente por la gente mayor, porque sin tradiciones y memoria, una sociedad se apaga. La otra pierna, son los niños, porque sin infancia la sociedad no tiene futuro.

Del mismo modo que los ciclos de la naturaleza sirven para su funcionamiento vital; del mismo modo, los ciclos de la existencia permiten la funcionalidad de la vida humana, de las comunidades y del mundo. Y, si no queremos ser demasiado filosóficos y abstractos, identifiquemos de entre muchos, al menos cinco apoyos positivos que los mayores aportan a nuestra sociedad:

  • Apoyo económico: gracias a sus pensiones y a los ahorros acumulados durante años de trabajo y sacrificio; a menudo representan, en este periodo de crisis, el único ingreso que permite mantener juntas las familias de sus hijos en paro y de muchos pobres.
  • Acompañamiento de sentido: si es verdad que los jóvenes son el futuro y que su cerebro se encuentra en la etapa de máxima eficiencia, es también importante que cualquier grande y utópica idea, vaya acompañada del estímulo, de la experiencia que muchos ancianos pueden ofrecer.
  • Testimonio de los tiempos vividos: delante de todos los nietos y niños con los que están en contacto. Sería muy bonito que en las guarderías y en las escuelas de primaria, fuese una vez por semana una abuela o un abuelo que dé testimonio con sus relatos, con sus historias, con el tiempo vivido: sería una contribución enorme en términos de aprendizaje para la vida, la tenacidad, la esperanza.
  • Indignación frente al mal: su experiencia nos puede llamar la atención frente al mal, frente al egoísmo que habita en la persona, recordándonos que la verdad no se encuentra sólo en una parte y que todo puede contribuir al bien, también los errores y los fracasos. Es importante indignarse siempre frente la vulgaridad y el mal. Las personas mayores, esto nos lo pueden recordar muy bien.
  • Acercamiento y aceptación del final: para quien es creyente, es muy importante encontrar ancianos que dan testimonio de la acogida del final, no como una derrota, sino como un pasaje que, aunque puede dar miedo, puede afrontarse si se vive acompañado de la fe y del abandono hacia el Amor. Pero, incluso para quien no cree, este testimonio puede ser valioso si va acompañado de un silencio amoroso hacia las personas y hacia los demás, aceptando de irse.

Recomiendo, pues, a partir de ahora, que cuando oigamos la palabra «ancianidad», tratemos de asociarla a una edad positiva, bellísima, que con su fragilidad da testimonio de que siempre «vale la pena vivir». Incluso cuando, tal vez, haya que cuidar de ellos.

Es más, demos gracias cuando nos pase esto, porque los ancianos nos dan la posibilidad de realizar lo mejor que hay en nosotros: el amor para con el otro, el cuidado. Entonces ocurrirá que, nos habrán ayudado con su vulnerabilidad, a ser mejores.

A ser más humanos.

Autor: Ezio Aceti, psicólogo

Artículo publicado en Città Nuova

Acerca del autor

Más artículos

Ciutat Nova: Revista trimestral donde descubrimos y compartimos historias y proyectos inspiradores y cercanos para fortalecer #vínculos positivos. #diálogo

0

Finalizar Compra